Por Pascal Lamy
Podemos perdonar a los europeos que consideraran a Trump un mero obstáculo en el camino hacia un mundo mejor. Pero en la mañana del próximo miércoles, Joe Biden dejará las maletas en la Casa Blanca, acompañado de una mayoría en ambas cámaras del Congreso estadounidense. Y esto tiene importantes repercusiones en el cambio climático. También brinda a la Unión Europea la oportunidad de mejorar su liderazgo mundial en materia climática, en donde precisamente se concentra una gran parte del poder e influencia de la UE en la economía y geopolítica mundiales.
Si nos fiamos de la plataforma de su campaña, el discurso de investidura de Joe Biden en el National Mall de Washington incluirá una mención a los miles de puestos de trabajo que se crearán como consecuencia de la inversión en nuevas tecnologías verdes, además de indicios de que Estados Unidos regresa a la primera línea en la lucha mundial contra el cambio climático.
Durante la legislatura de Trump, la Unión Europea se ha convertido en el mayor adalid del clima en la escena mundial. ¿Pero cuáles son las consecuencias para la UE de este cambio repentino de estrategia en EE. UU. de cara a la gran crisis climática de nuestra era? ¿Puede que las nobles ambiciones de Europa por el clima y una industria tecnológica limpia se enfrenten a unos EE. UU. reconciliados con sus propios deseos y a una economía china en crecimiento, que el año pasado ya manifestó su intención de participar en la transición ecológica?
Desde luego, como antiguo director general de la Organización Mundial del Comercio y antiguo Comisario Europeo de Comercio, espero que no. Imagino una Europa que se apoye en el merecido liderazgo conseguido en industrias como la fabricación de turbinas eólicas. También imagino una Europa que continúe a trabajar estrechamente y de forma constructiva por el clima y el medioambiente con sus aliados históricos -pese a que no sean del todo fiables- como EE. UU. o países como China, que el pasado septiembre se comprometió a alcanzar la neutralidad de carbono en 2060.
Debemos entender que se ha iniciado una carrera para reequipar rápidamente a unas economías que prosperen en un mundo neutro en carbono. Dicha carrera será feroz, muy competitiva, y aquí en Europa no podemos fiarnos de nuestra ventaja prematura, al igual que no podemos permitir que nuestros competidores nos adelanten ahora que les hemos abierto el camino. Según un reciente análisis del Instituto Jacques Delors, en 2019 tan solo unos cuantos países fuera de la UE se comprometieron a alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. En la actualidad, 12 países -incluidos China, EE. UU. y Japón- han secundado el compromiso de la UE por la neutralidad de carbono en 2050 o 2060. Conjuntamente representan casi el 75 % del PIB mundial.
La UE debe emprender tres acciones para seguir en el centro del panorama político y económico global, cada vez más centrado en la transición ecológica, la digitalización y la competitividad.
Lo primero de todo, debe aumentar la inversión en las innovaciones limpias. Según el informe Fit for Net Zero de la consultora Capgemini Invent, el desarrollo y puesta en marcha de una gama de tecnologías limpias en toda Europa generará 12,7 millones de puestos de trabajo, reducirá la contaminación y creará 13 billones de euros en oportunidades económicas en la UE para el 2050. Dichas innovaciones incluyen desde aplicaciones de movilidad urbana, pasando por parques eólicos marítimos flotantes o el uso de proteínas de insectos para reducir las emisiones del sector ganadero en granjas familiares. Por ello, junto a un grupo de organizaciones hermanas, hemos instado a la UE a multiplicar significativamente sus acciones para acelerar la innovación verde.
Segundo, es necesario velar por que el marco de innovación e investigación de la UE esté acorde con su potencial. Muy a menudo la estrategia de políticas de I+D en la UE ha estado fragmentada y no ha sido consistente. Así, tanto nuestra economía como nuestros investigadores, innovadores y emprendedores se han visto maniatados, cuando ellos son los actores en los que confiamos para construir un futuro económico limpio. Con el lanzamiento este año de los programas con cinco «misiones» de soluciones para el 2030 en cinco áreas de gran importancia para la sociedad (cáncer, ciudades limpias, regeneración de la hidrosfera, adaptación del clima y los suelos), la Comisión Europea tiene la oportunidad de fomentar y acelerar su Pacto Verde Europeo, para proporcionar las herramientas necesarias a los actores europeos de la innovación y así exploten al máximo su ingenio en Europa y en el resto del mundo.
Por último, debemos aprender de nuestros errores. Europa se ha alejado de la primera línea de la revolución digital mundial. No disponemos de ninguna empresa importante de tecnologías digitales con sede dentro de nuestras fronteras. Hemos llegado tarde y nos hemos quedado cortos. No podemos repetir el mismo error. Cuantos más responsables políticos multipliquen las inversiones públicas verdes y adopten legislaciones robustas en sectores como la energía, el transporte o la construcción que afectan a todas las esferas de nuestras vidas, mejor podrán ayudar a las empresas de la UE a innovar, para que las Apple, Google o Baidu de la transición ecológica se queden en Europa y no en Silicon Valley o en Shanghai.
El mundo será testigo esta semana de una transición de poderes tumultuosa en Washington. Mientras asimilamos sus consecuencias, quizás los europeos deberíamos hacer caso a las palabras pronunciadas por otro presidente estadounidense, Barack Obama, que en su segundo discurso de investidura hace ocho años dijo lo siguiente: «No podemos ceder a otras naciones la tecnología que generará nuevos empleos e industrias. Debemos adueñarnos de sus promesas».
Pascal Lamy es coordinador de los think tanks Jacques Delors en París, Berlín y Bruselas, que en los dos últimos años han formado parte de una coalición que trabaja para impulsar el perfil de la investigación e innovación por el clima en la UE. Fue miembro de la Comisión Europea (1999-2004) y director general de la Organización Mundial del Comercio (2005-2013).